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alternando ahora, con los del estuario Luego de recorrer con mirada diaria, miles de horas las imágenes satelitales con una privacidad superlativa que alguno, sin riesgo de errar, calificaría propia de autista; me pongo a escribir estas primeras líneas sobre la sustentabilidad, que ya de inicio me descubre un universo de flujos. Flujos que se descubren cada uno con su carácter y por ello cabe diferenciarlos y aceptar su disociación. Igual que las personas. Aquellas con las que simpatizas y de alguna forma fluyes en paralelo hasta que convectas externamente con ellas; y aquellas con que te enfrentas, o te impiden, te empujan, te niegas o te niegan. Las moléculas de agua tienen esos mismos humores. Humores que en un tiempo se arreglaban entre ellas. Pero desde que el hombre comenzó a tallar obranzas y volcar sus miserias en ellas, ya reciben como castigo imaginarlas moviéndose estúpidas y mecánicamente, como si fueran simples cosa que escurrir debieran. Así nunca las descubrirás. Así nunca alcanzarás a acercar y descubrir sus simpatías. La füsis cuántica habla de esta posibilidad, de terciar en el infinito que encierra cada materia para orientar sus energías. Y eso jamás será fruto de prepotencia alguna, sino de integridad, de honestidad plena. En principo, la herramienta que talla primaria reología aquí se vería en figurillas. Las energías que se amontonan en el final de nuestro embudo estuarial, son infinitas. Y las pendientes necesarias para dar inicio a fluencia (yield value) son inexistentes. En estas nulas pendientes el agua no fluye por escurrimiento, sino que es arrastrada por convección. Seguir mirando con mecánica de fluidos estas cuestiones, es la pesada piedra que tenemos que sacarnos de encima. Ya no es la capa límite hidrodinámica la que pesa en nuestros cálculos, sino la térmica y la hidroquímica que no queremos ver porque tampoco sabríamos que hacer con ellas. ¿Quién se anima a resolver o siquiera a mirar la formidable disociación molecular que pesa entre el Luján y el Aliviador? ¿Quién se anima a formular la imperiosa necesidad de devolver salida natural al Riachuelo para recrear sus energías convectivas internas de salida? sabiendo todos los intereses ciegos que se amontonan en el Dock Sud. ¿Cómo hablaríamos de sustentabilidad si aun no sabemos dónde estamos parados?; si aun no vemos cómo se mueven sutiles estas energías que escapan a las leyes de la primaria mecánica de fluidos con que miramos. Desde las regidoras advecciones mareales, hasta los tímidos tributarios que salen a escondidas por ellas mismas protegidos, por ese cordón litoral que ellas mismas merced a su capa límite térmica han cuspidado con los sedimentos que estos pequeños tributarios le alcanzaban y nuestras obranzas ahora le han quitado, sin consideración a sus calladas obranzas milenarias; hasta los servicios inefables de convecciones internas, externas y atmosféricas, atrayendo vientos, moviendo olas, derivando sutilmente por las riberas en la dirección que marcan las mareas regidoras; todo va por ello conformando un cuadro de situaciones, tan específico de nuestro estuario, y en particular, de este preciso rincón, que por ello es inútil acotar generalidades. Hacer estudios de los grandes corredores; poner doce aparatitos a medir las corrientes en los canales de navegación; contratar consultores a medida de nuestros intereses; modelar sin ver al mismo tiempo cada día enriquecida nuestra mirada a las variables; para terminar acabando en un pretencioso embudo asegurador; que bien habla de mecanismos que aprisionan regalando autocertidumbre a una conciencia, así cada vez menos sensible al acceso a las relaciones profundas de energía y materia; que no van, ni mucho menos vienen por vía de la modelación matemática. Durante 15 meses, casi podría decir sólo he mirado con regular atención la estrechísima franja urbana que va desde Punta Piedras hasta la salida del Luján. Las demás miradas me fueron regaladas sin buscarlas, ni haberlas previamente cultivado. Y para tratar de ser más ajustado, casi diría que sólo he mirado a esa estrecha banda caprichosa que media entre el antiguo y casi extinto corredor de flujos costanero y la costa. Lo de caprichosa viene a cuento porque es allí donde he pasado miles de horas azorado con lo que estaba viendo. Que no sólo los flujos marchaban a contrapelo más allá de los horarios acreditados a los reflujos; sino que allí se concentraban todos nuestras pestes sin compasión y con pocas posibilidades de ver la hora de devenir nutrientes. Tan concentrada de miserias está esta franja, que de su natural ancho de 150 a 180 mts ya dejó atrás los 4 Kms. Cuando el Dr. Rolando Quirós encontraba en 1987 a 1500 mts de la costa de San Isidro la mayor cantidad de fosfatos de todo el estuario, que de hecho doblaba a los de Berazategui y decuplicaba los del promedio de la costa urbana; tal fue la sorpresa, que 15 años después Jaime y Menéndez al realizar el informe de nutrientes publicado por el INA prácticamente lo descartan de sus configuraciones porque escapaba a todas sus curvas. Si hubieran visto por satélite las imágenes que de los vertidos y sus viajes a contrapelo tenemos capturadas, otro hubiera sido el criterio. Y otra la calidad de las alertas. Al descartarlo porque escapaba a promedios, también escaparon a mirar lo que pasaba en esas franjas ribereñas urbanas y se dedicaron a los grandes corredores de flujo por donde la Vida transcurre sin multiplicar los tremendos desasosiegos que a algunos más sensibles tienen alelados. ¿Quién se metería a descubrir los infiernos que todos sospechamos, pero que más y más desconocemos si callamos? La conciencia no puede cargar con tantos infiernos que nos rodean. Las noticias diarias, tan distractivas, ya se encargan de poner límites a ella; de manera de alcanzar a sostener las armonías necesarias a la vida afectiva que nos sostiene y por la cual luchamos, y a ella nos entregamos así con distintas suertes. ¡¿Pero qué suerte nos esperaría si nos ponemos a señalar los infiernos que nadie en la Administración, ni en Legislatura, ni en la Justicia quieren ver porque no sabrían qué hacer con ellos?! Nuestros presupuestos nos obligan a ser prudentes y a no hablar de infiernos, pues nada ganaríamos si salimos a mostrarlos; y mucho en cambio arriesgaríamos. Todo este encamisado de circunstancias claras y comunes a casi todas las criaturas del planeta, nos facilita comprender por qué nuestras Musas no nos despiertan. Ells son aun más discretas. Y sus razones son simples. Cuando ellas te despiertan ya no tienes retorno. Y siendo que vienen de marcos vinculares, naturalmente privilegian los marcos afectivos. Así quedamos disociados por décadas de esos marcos que pertenecen a Natura y que sólo los años de jubileo parecieran los que preparan al despertar que sigue a la partida. Hoy la suerte, sin embargo, nos acompaña con una evolución tan extraordinaria en todos los órdenes instrumentales y de criterios medioambientales, que sentimos nos permiten paso a paso hacer camino, sin dejar un sólo día de sentir ese entusiasmo que conforma los flujos de nuestras miradas deudoras a Natura. Estos pequeños desvíos del tema reológico e hidrológico apuntan a justificar nuestra soledad; que por ello así acreditamos estar: solos y trabajando solos. Pero reconociendo, repito, la suerte de contar con instrumentos que dos décadas atrás nadie alcanzaba en soledad a imaginar. La soledad reconoce crecimientos insospechados. Y tenemos que aprender a valorar y fluir en ella, sintiendo utilidad. Que al fin y al cabo es todo lo que dejamos. La mirada a los flujos ribereños urbanos extremos me encuentra completamente solo. No he encontrado hasta el día de hoy a nadie interesado en lidiar con estos muy precisos temas. He recibido aprecios de personas valiosas que me han elevado confianza. Pero ninguna de ellas logra dejar sus compromisos para meter un poco sus narices en esto, siendo que ya sienten al límite el peso de sus responsabilidades. Esta disociación que exibo, tanto en las temáticas como en la dirección de las miradas, me pone al mismo tiempo en sintonía empática con estos flujos que marchan por simple calentura a contrapelo. Por ello también son visibles en mis líneas estas calenturas. Si no hubiera posibilidad de convectar estas calenturas en mis publicaciones, ¿a dónde irían? A ningún lado. Y a pesar de mi soledad y de tan particular fluencia, hoy he logrado acopiar las mejores imágenes y las mejores calificaciones que jamás hubiera soñado. Y no por cantidad de visitas, sino por calidad de contenidos. Estos aprecios curriculares que nunca jamás tuve ni procuré buscarlos y mucho menos enunciarlos, son aprecios enormes y se los debo a Mr. Google. Que ya incorporando a su algoritmo matemático, recursos semánticos y língüísticos, logra apuntar a calificar contenidos. A eso apunta la tercera generación que anuncia la Internet. Por ello estos comentarios apuntan a recrear la libertad de los que investigan y sólo esperan recibir el puntaje de sus academias que los calfique. El arte hoy no reconoce en su libertad, academias. Y el arte y la ciencia merecen ir de la mano juntos, si descubren el aliento que las emparenta en el trabajo afectivo. Porque entre ambas se potencian en confianza y alegría; que muchas veces es nuestro único lucro y nuestra única compañía. El arte es puro sueño para recuperar el paraiso perdido; y por ello, pura afectividad. La vocación científica es la respuesta más directa a quién pregunta por los secretos que la Tierra hospeda; y tan honesta actitud no merece quedar prisionera. Cada vocado tendrá que averiguar cómo transitar tan extraordinaria y sacrificada senda sin perder su más responsable libertad. El arte, recorriendo la senda mimética regala anticipos de mirada libre, en urgida necesidad. Y el sacrificio de los que recorren esa senda también estimula nuestra libertad; siempre por las seguridades, llamada a enrolarse prisionera. Es imposible a quien le alcanza desde providencial libertad escapar a estas materias, si aceptamos en soledad enfrentar estas miserias. Y vamos a estar solos mucho tiempo; tal vez toda la Vida. Pero amasando ese capital de Gracias que al partir heredaremos continuando el Amor que hoy fecundan nuestras Musas. Ese es el flujo que salva siempre, más allá de nuestra Vida, redimiendo todas las miserias. Ya sea por el Arte o por la Ciencia que heredan renovadas de sus viejas herramientas. Cuando vemos que el Riachuelo quedó condenado a partir del momento, en Abril de 1786, en que se abrió por esfuerzos excedidos de sus usos la nueva boca de salida rompiendo el milenario cordón litoral; también aceptamos que los problemas culturales, esos que caben a nuestros usos y costumbres, ya habían aceptado y reconocido en sus aguas el reino de las bacterias anaerobias cien años después. ¿A qué entonces imaginar que estos problemas no hayan sido enunciados hace cien años? El propio Antonio Brailowski, aun cargando su santa paciencia, me escribió decepcionado de ver que la Corte y la Administración estaban más paralizadas que un año atrás. Por ello mi mirada no apunta a los cambios culturales, sino a la recuperación de flujos. Materia esta que no enfrenta ideologías, ni usos y costumbres, otros que los que surgen de la religiosidad académica velando por catecismos que bien lucen medioevales imaginando escurrimientos. La torta de desastres alimentada por ingenieros hidráulicos, modeladores matemáticos y físicos en dinámica costera es monumental, y es imposible no alimentarse de ella. Hablar de flujos sin mirarlos es tarea casi imposible, dada la alta disociación con que cabe hoy descubrirlos. Y esta disociación, si bien cabe estudiarla a nivel molecular, es tan tremebunda que cabe descubrirla muy fácilmente a nivel satelital. Una vez que vemos cómo el Luján resuelve su cada día más ajustado curso y no deja oportunidad de salida al Aliviador, ¿a qué seguir paralizados hablando de contaminación?, si sabemos que esta última va a seguir así, cien años más. Con el Riachuelo pasa exactamente lo mismo; pero bloqueado desde hace 221 años por las mucho mayores energías de las advecciones mareales que entran directamente por su nueva artificial boca de salida. De esos enfrentamientos de vectores habla esa eventración llamada Vuelta de Rocha. Y de esa capa límite térmica generada por las más frías aguas mareales que hasta allí llegan, habla la superextendida sedimentación en su interior. Tan grave, que hoy representa pérdida de 8 cm de profundidad anuales. Y tan en la luna de los catecismos de turno que parecen no advertir que eso no es un curso de agua con salida, otra que no sean los delgados mantos filtrantes superpuestos a las arcillas que protegen las aguas del querandinense. Las 800 bombas (600 descompuestas) con que dicen deprimir el manto freático, hacen su entrega al mismo circuito cerrado. ¿Tiene sentido intentar hablar, siquiera un segundo, con personas tan en ...? Prefiero seguir en mi cueva. Tan endorreica situación y tan en la luna, que cuando redactan una legislación específica que les autorice tallar obranzas para su funesto plan maestro en las 2,5 millones de Has. de áreas endorreicas en la Provincia, erran tan fiero en sus aprecios hidrológicos, que apuntando el código de aguas en su Art 18 a una recurrencia de 5 años, obligan a transferir esas inmensidades al dominio público. Es indudable que nadie lograría ser más tonto; que si lo son es por exceso de ambición y de trabajo obligado. Allí no hay libertad. Allí no hay responsabilidad. Allí sólo hay esclavos. Y les debo compasión aunque sume ya once años persiguiéndolos. Tal vez no haya otra forma de liberarlos que mostrándoles nuestra pequeñísima libertad responsable, en acción comunicadora bien horizontal; espontánea, inmediata, desinteresada. Si queremos hablar de flujos disociados, tenemos que empezar a reconocer nuestras disociaciones y el sentido que tienen estas, las nuestras y las de los flujos, para cumplir de la mejor forma posible, cada uno su función de utilidad. No buscamos de resolver disociaciones, sino aprender a valorarlas antes de querer forzarlas y mezclarlas. Tenemos que comprender por qué ésto aparece a nuestros ojos tan claro así. Es importantísimo resaltar estas disociaciones. Antes de convectar externamente, vale, para proteger nuestras riberas espirituales y nuestras savias, convectar internamente por el cordón que en paralelo recorre la costa humana, hasta alcanzar el gradiente térmico que nos facilite natural salida al exterior. Todo lo que reste aclarar, cabe primero redescubrirlo en lo ya extensamente expresado, ilustrado y publicado en estas páginas. Lo nuevo e inesperado se nos descubre cada día; con renovada confianza en el amanecer que regalan nuestras Musas y con la alegría que genera el propio trabajo. Francisco Javier de Eitzaga Amorrortu . 9/11/07 Ir al Cap 11 . . . volver a la página anterior . . . ir al índice . . . volver al inicio del Cap 10
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